Por. Marcos Vega Seña*
Evocar el nombre de José Barros Palomino es expresar, con todo el sentimiento artístico, la inmensa geografía musical de Colombia, y es rememorar ese ritmo majestuoso, cadente y único, que es la cumbia. Y también es adentrarse en los compases mulatos y alebrestados de los negros y mestizos, que sienten como patrimonio suyos el porro, el merengue, la puya y el garabato; es ir allende de las fronteras, a otras sinfonías andinas y universales, como el tango y el pasillo. Es en fin, entender la dimensión de nuestra diversidad, con esos ritmos melodiosos por los que él se paseó como un gran cacique del país de Pocabuy.
LA CUMBIA DEL PAIS DE POCABUY
En cierta ocasión, el autor de este articulo tuvo la oportunidad de conversar con el Maestro, a raíz de la publicación del libro José Barros, su vida y su obra (1992), escrito e investigado por la historiadora Luz Marina Jaramillo Arboleda, y publicado por la Secretaría de Educación y Cultura de Medellín, y se le pregunto sobre el significado de la cumbia. “La cumbia es la manifestación espiritual y digna del pueblo colombiano. La cumbia es una danza ritual que se acostumbró en el país de Pocabuy. El país de Pocabuy lo componían Talamacuè, o sea Tamalameque, Chiriguanà, Guataca y Chibì. Sampayòn era el Banco en esta época. Entonces la cumbia viene siendo una danza ritual que se sucedía cuando se iba a enterrar a un miembro importante de la tribu, por ejemplo un cacique, una cacica, un brujo. Esa es la cumbia, una danza ritual, que no es la que bailan ahora, que la han prostituido muchas en la Costa. LA CUMBIA Se está bailando bien en El Banco, porque allí están pendientes de que la gente baile la cumbia como es, como debe ser”, explico el compositor.
El maestro José Barros considera que la cumbia es un aire melancólico porque se trata precisamente de la despedida al más allá de gente destacada de la tribu. “Cuando ese funeral se está cumpliendo con un cadáver de cacique, de una princesa, pues tiene que estar la rueda de la cumbia triste y melancólica”, sentenció.
En el texto mencionado, la autora dice que José Barros califica a la cumbia como una melodía romántica, poética y elegante, y hace alusión someramente a la polémica sobre la hipótesis del Maestro Barros en el sentido de que la cumbia es de origen indígena y no africano. “Afirma que ésta procede de los grupos indígenas de la región, que tenían antiguos ceremonias de carácter fúnebre. En ellos la presencia del fuego, en forma de antorchas, que eran llevadas por las mujeres, como parte del ritual, tenía hondas significaciones de vida y muerte” (Página 97)
La historiadora trata de zanjar el dilema, afirmando que la cumbia es un fenómeno producto del intenso mestizaje en donde tanto indígenas como negros, aportaron diversos elementos que la constituyen hoy en día.
LA PIRAGUA DE GUILLERMO CUBILLOS
Sin duda una de las composiciones que más éxito ha tenido, tanto nacional como internacionalmente, ha sido La Piragua, una composición en ritmo de cumbia, donde el Maestro Barros de rienda suelta a su destreza a la hora de hilar versos, pues con lenguaje poético describe bellamente esta piragua: “capoteando el vendaval se estremecía/ e impasible desafiaba la tormenta/y un ejército de estrellas la seguía/tachándola de luz y de leyenda/ doce bogas ahora viejos ya no reman/ya no cruje el maderamen en el agua/solo quedan los recuerdos en la arena/donde yace dormitando la piragua…
“En 1915, Guillermo Cubillos de Chía, navegaba de Girardot a El Banco… La conocí en 1930, vestido de blanco, culto. En uno de esos viajes vio unos ojos chimichagueros y hasta ahí le llegó el negocio o Cubillos. No navegó más”. Según la descripción que hace el maestro en la página 118 del libro sobre su vida, a Cubillos en ansia de navegar no lo dejaba tranquilo y quería engrandecer un negocio que tenía, por lo que mandó a construir una inmensa canoa, “que parecía un arca de Noé”.
La vía que debía utilizar la canoa era la Ciénaga de Zapatosa, donde confluían cuatro vientos encontrados… “Ahí no salva nadie”. A la canoa nunca le sucedió nada, según José barros. “Uno de los bogas (la manejaban cinco), de esos pescadores que no escriben bien, puso todo torcido “La Piragua”.
“Con los años en Bogotá, me estaba acordando cómo yo navegue precisamente de El Banco a chimichagua en la Piragua. En un cafetín que estaba al lado del Nuevo Mundo (una emisora), que le decían ‘Gris orines’, porque ese olor era tremendo, estando ahí sentado en un rincón, haciendo recuerdos de juventud, me estaba acordando de la Piragua, y me vino a la inspiración una cumbia…”
El maestro Barros dice que los instrumentos de una autentica cumbia son el tambor, la tambora, el tambor currulao o de forma cónica, el millo y la guacharaca.
POR LA DEFENSA DE LA MÙSICA COLOMBIANA
A pesar de la tranquilidad que el Maestro Barros inspiraba y de la paciencia que esgrimió para responder las preguntas, reflejada en los matices musicales de su voz, dejó entrever su contundencia a la hora de hablar de música colombiana. Preguntando sobre la invasión de aires extranjeros, que apullaban los propios, expreso: “Eso es una cosa del gobierno. Y por otra parte tienen la culpa, la responsabilidad todos los compositores y músicos colombianos, que no han sabido defender nuestra música, como sucede en México, Buenos Aires y en otros países, donde los artistas defienden lo suyo.
Aquí en Colombia al gobierno le importa poco que se interprete la Música colombiana. El gobierno se hace el de la oreja sorda. Si los que deben defender la música, no lo hacen, menos puede hacerlo el gobierno.”
CANCIONES Y MÁS CANCIONES
Otros éxitos musicales que han tenido resonancia en la Obra del Maestro Barros son Momposina, Palmira Señorial, Violencia, pesares, Navidad Negra, Arbolito de Navidad, La Llorona Loca, La Pava y El Vaquero, para no mencionar sino algunas.
Estas y otras muchas canciones sitúan al maestro José Barros como uno de los compositores más significativos en la música colombiana y también de la música latinoamericana. Precisamente un asunto de memoria obligar a escribir estas líneas, al acontecimiento reciente de que dejó su estadía terrenal, e hizo su tránsito a la inmortalidad. Que el maestro Barros, por toda la contribución que le hizo a la música y cultura colombiana, sea inmortal, este vivo en nuestra memoria colectiva, depende de nosotros mismos.
Trashumante, andariego, enamorado, hizo cuanta actividad humana le cupo en su imaginación para rebuscarse la vida. Casi nunca permaneció en un mismo lugar. En el libro ya citado. Página 52, dice el maestro “…En Buenos Aires, en Chile y en Brasil, yo me dedicaba únicamente a observar para coger experiencia de aquellos músicos y compositores, la forma cómo hacían las líneas melódicas, el mensaje…”
Este escrito solo pretende, entonces, recordar a uno de los más grande y virtuoso compositor que haya parido esta tierra, indolente a veces con sus propias expresiones culturales y más cuando se trata de la llamada música “popular” nuestra, por consideración de baja estatura, por ser creada por mestizos, que si bien no tienen la tradición europea, ni el poder de Estados Unidos para imponer su música al mundo, si tienen mucho que decir y mucho que aportar a la construcción de la cultura. Ese es el homenaje que desde estas líneas se le hace al Maestro Barros.
Que sus canciones siempre alegren nuestros atardeceres, amaneceres y anocheceres. Todos los días, en bien de su inmortalidad.[1]
*Comunicador Social Periodista, Licenciada en Español y Literatura U. de A., Docente en las áreas de español e investigación en la facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Cooperativa de Colombia, sede Medellín; Facilitador de talleres de Radio Comunitaria en la Corporación Simón Bolívar de Medellín, publicaciones investigación “Vallenato, cultura y Sentimiento”, por parte de la Editorial de la Universidad Cooperativa de Colombia.
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